VIOLENCIA VICARIA. Distintos tipos

La violencia vicaria es una de las formas más crueles de violencia de género, ya que busca dañar a la madre a través del sufrimiento de sus hijos. Se trata de una estrategia deliberada de los agresores para ejercer control y castigar a la madre.

A continuación, se exploran las principales formas en que se ejerce la violencia vicaria y sus devastadoras consecuencias.

Como se puede observar en el primer diagrama de flujo, la columna de la izquierda refleja de forma resumida cómo se ejerce la violencia con un proceso de maltrato físico, coacciones y castigos hacia hijas e hijos

La columna de la izquierda muestra cómo la violencia vicaria utiliza la coacción de hijas e hijos como herramienta de control y castigo hacia la madre, debilitando el vínculo materno-filial a través de amenazas, mensajes distorsionados y promesas (algunas se cumplen y otras son falsas, pero tanto unas como otras siempre tienen la intención de embaucar a las criaturas).

La Violencia Vicaria CONTRA niñas, niños y adolescentes

es un tipo de maltrato que forma parte de la violencia de género y que se lleva a cabo con el objetivo de dañar a la madre a través de sus criaturas.

A través de este diagrama de flujo, explicaremos cómo esta violencia se desarrolla en diferentes etapas, el papel que juegan las instituciones y las consecuencias devastadoras que genera en la vida de quienes la sufren.

1. Inicio del proceso: separación con violencia de género

El punto de partida de este proceso es la separación de la pareja en un contexto de violencia de género: física y/o psicológica. En este momento, el agresor siente que está perdiendo el control sobre la madre y sus criaturas, lo que lo lleva a intensificar su violencia.

Aquí, la madre enfrenta dos opciones:

  • Denunciar, la respuesta institucional es clave. Sin embargo, en muchos casos, la denuncia es archivada o retirada, dejando a la madre y a las criaturas en una situación de vulnerabilidad.
  • No denunciar, y puede ser por miedo, dependencia económica o la esperanza de que la situación mejore sin intervención legal.

Independientemente de la decisión que tome la madre, el agresor empleará la custodia y las visitas como un medio para ejercer violencia sobre las criaturas y, a través de ellas, seguir dañando a la madre.

2. Acciones del agresor: violencia directa sobre las criaturas

Cuando el agresor mantiene el acceso a sus hijas e hijos, puede ejercer diferentes formas de maltrato. En este punto, el diagrama muestra cinco estrategias comunes, que no las únicas:

  • Negligencia en los cuidados, lo que pone en riesgo la integridad física y emocional de las criaturas.
  • Agresiones físicas, como bofetadas, golpes, empujones y tirones de pelo.
  • Amenazas y coacciones, generando un ambiente de miedo y sometimiento.
  • Conversaciones inadecuadas, exponiendo a NNA a temas que no les corresponden.
  • Incumplimiento de tiempos de custodia, alterando la rutina y estabilidad emocional de las criaturas e impidiendo la relación natural entre madre, hijas e hijos.

El impacto de estas acciones en la salud mental y emocional de NNA es profundo, generando ansiedad, miedo constante y, en muchos casos, una pérdida de confianza en las figuras de protección.

3. La respuesta institucional: ¿protección o desamparo?

Aquí es donde las instituciones pueden marcar la diferencia. Si la violencia vicaria es detectada a tiempo y las instituciones actúan con perspectiva de género, se puede intervenir con éxito y proteger a las criaturas y a la madre.

Sin embargo, si seguimos el orden del diagrama, este muestra lo que ocurre en los casos en los que las instituciones fallan en su respuesta. Cuando no hay una intervención adecuada, las consecuencias pueden ser devastadoras:

        • Intervención sin perspectiva de género, permitiendo que la violencia vicaria continúe sin ser reconocida.
        • Ruina económica y desgaste psicoemocional, obligando a la madre a enfrentar largos procesos judiciales sin apoyo.
        • Terapia familiar con el agresor, obligando a la madre y a las criaturas a mantener contacto con el maltratador.
        • Madres y criaturas castigadas con SAP (Síndrome de Alienación Parental), una teoría desacreditada que sigue utilizándose para desacreditar a las madres que denuncian violencia.
        • Asignación de custodia al agresor, consolidando el control y el daño hacia las criaturas.
        • Limitaciones legales a la relación materno-filial, restringiendo el contacto con la madre mediante figuras legales como la PEF (Punto de Encuentro Familiar).
        • Algunos NNA son institucionalizados, terminando en centros de menores en lugar de recibir protección en su entorno materno.
        • Encierro institucional, donde algunas madres son encarceladas injustamente por tratar de proteger a sus criaturas.

Cuando las instituciones no creen a las víctimas o minimizan la violencia vicaria, se genera un entorno de desprotección total.

4. La reacción de las criaturas: sobrevivir a la violencia

El diagrama refleja una realidad dolorosa: las niñas, niños y adolescentes no son creídos cuando expresan el maltrato que sufren. Ante esta situación, buscan formas de sobrevivir, lo que puede llevar a diferentes respuestas:

  • Desconfianza en las instituciones, al ver que no los protegen ni escuchan.
  • No querer vivir con el maltratador, aunque el sistema los obligue a hacerlo.
  • Ansiedad y miedo constante, viviendo en un estado de alerta permanente.
  • Algunas criaturas, en menor porcentaje, terminan aliándose con el agresor, como mecanismo de adaptación para evitar represalias.

Estas respuestas no son voluntarias, sino estrategias de supervivencia dentro de un contexto de violencia sistemática.

5. Fase final: Eliminación de la figura materna y destrucción del vínculo

Cuando la violencia vicaria avanza sin freno, se llega a las consecuencias más graves:

  • Violencia institucional que avala al padre maltratador.
  • Madres cuestionadas y desoladas, infancias rotas.

La continuidad de estas situaciones llevan a:

  • Eliminación total de la figura materna en la vida de las criaturas.
  • Ruptura total del vínculo materno-filial.
  • Extensión del daño a la familia materna.

El daño causado en este proceso no solo afecta a las madres y a sus criaturas en el presente, sino que deja huellas profundas en el desarrollo emocional y psicológico de NNA a lo largo de su vida.

6. El punto extremo: el asesinato de hijas e hijos

Cuando el agresor siente que está perdiendo el control total, puede recurrir al asesinato de la madre, de las criaturas o de ambas como forma de ejercer el daño máximo. Este es el último eslabón de la violencia vicaria y uno de los más difíciles de prevenir si las instituciones no actúan a tiempo.

El diagrama incluye este elemento crucial en la parte superior: el asesinato. Un acto de suma violencia y devastador, que no tiene vuelta atrás y que deja a las madres “muertas en vida”.

Conclusión

Este análisis nos muestra que la violencia vicaria es un proceso sistemático y progresivo que avanza si no se detecta y detiene a tiempo. Es una forma extrema de violencia de género que afecta no solo a las madres, sino directamente a las niñas, niños y adolescentes, con consecuencias irreparables.

Es fundamental que como sociedad exijamos cambios estructurales en la respuesta institucional, la formación en perspectiva de género y la eliminación de figuras legales que perpetúan esta violencia. Solo así podremos garantizar una infancia libre de violencia y la protección efectiva de quienes más lo necesitan.

La Violencia Vicaria A TRAVÉS niñas, niños y adolescentes

no solo es un medio de castigo hacia la madre, sino también un mecanismo de control y destrucción de su vida. No estamos hablando solo de casos extremos, donde el agresor llega a atentar contra la vida de las criaturas, sino de un proceso sistemático de maltrato psicológico, mentiras y daño emocional que tiene un impacto profundo y duradero.

Con el siguiente diagrama de flujo analizaremos este proceso, que nos ayudará a comprender cómo se desarrolla la violencia vicaria desde la separación hasta la eliminación total de la figura materna en la vida de hijas e hijos.

1. Punto de partida: La separación con violencia de género

El primer punto que debemos comprender es que esta forma de violencia no surge de la nada. Su origen se encuentra en una relación de violencia de género (física y/o psicológica), en la cual el agresor ejerce control sobre la mujer y no quiere perder el poder que cree ostentar sobre ella.

Cuando la mujer decide separarse o durante los trámites de separación ella “dice que no a algo”, el agresor percibe que está perdiendo el poder y el control de lo que considera que era suyo. Esto es lo que desencadena el uso de las criaturas como herramientas de castigo. 

La denuncia: Un camino de riesgos y obstáculos. En este momento la mujer enfrenta dos escenarios:

  • Si denuncia la violencia: Inicia un proceso judicial que, en muchos casos, no le brinda protección real. Muchas denuncias terminan archivadas o retiradas, dejando al agresor con la posibilidad de seguir ejerciendo violencia.
  • Si no denuncia: Ya sea por miedo, dependencia económica, presión social o incluso la esperanza de que la situación mejore, el agresor mantiene su poder y busca nuevas estrategias para castigarla.

Aquí surge la primera gran pregunta: ¿qué ocurre con las criaturas?

2. Uso de las criaturas como herramienta de maltrato

Una vez separada la pareja, sin importar si la custodia es materna o compartida, el agresor inicia una serie de estrategias para dañar el vínculo materno-filial y ejercer control sobre la madre.

Algunas de estas estrategias incluyen:

  • Amenazas explícitas a la madre, sobre el futuro que le espera.
  • Mensajes subliminales dirigidos a las criaturas, orientándolas a rechazar a la madre.
  • Normas arbitrarias y juego de seducción paterno, para confundir la percepción de las criaturas y posicionarse como “el bueno”.
  • Conversaciones con hijas e hijos sobre temas que no les corresponden, colocándoles en una posición de conflicto y con información tanto sesgada como de parte.
  • Interrupción de la comunicación entre la madre y sus hijas e hijos, impidiendo la conexión afectiva y una sana e irremplazable relación.

Estos mecanismos no son espontáneos ni accidentales, son parte de una estrategia que tiene como objetivo desvincular a la madre de la vida de sus hijas e hijos como castigo por la separación o por no atenerse a su mandato.

3. Respuesta institucional: un punto de inflexión. ¿Protección o revictimización?

En este punto, la intervención de las instituciones juega un papel clave. Si se actúa con perspectiva de género y con rapidez, se puede frenar el proceso y tomar medidas que protejan a madres y criaturas. Pero, lamentablemente, lo que suele ocurrir en demasiadas ocasiones es lo contrario.

Cuando la intervención institucional no es efectiva termina perjudicando aún más a la madre. Esto sucede cuando:

  • Se aplican medidas sin perspectiva de género, sin entender los mecanismos es tos tipos de violencia contra las mujeres.
  • Se da una ruina económica, al obligarla a enfrentar largos procesos judiciales y gastos legales.
  • Se generan cuestionamientos y denuncias falsas contra la madre, debilitando su credibilidad.
  • Se prioriza la figura paterna en un modelo de custodia no legislado, reforzando la presencia del agresor en la vida de las criaturas.
  • Le piden a la madre que se lleve bien con su maltratador y recomiendan u obligan a que realicen terapia familiar con su agresor.
  • La madre sufre un profundo desgaste psicoemocional, al enfrentar un sistema que la desprotege.

Cuando las instituciones no intervienen correctamente, el agresor continúa con su estrategia sin consecuencias. Hijas e hijos, aprenden que las conductas que no se reprenden están validadas por la sociedad y por la justicia. Esto les lleva, en demasiadas ocasiones, a aliarse con el agresor de la madre.

4. Adolescencia: consolidación de la desvinculación materna

Con el paso del tiempo, la violencia vicaria va generando efectos cada vez más graves en la vida de las criaturas. Durante la adolescencia, estas consecuencias se hacen más evidentes:

  • Se adoptan discursos jurídicos y se repiten patrones de conducta aprendidos.
  • Las criaturas pueden actuar como espías o mensajeras del padre.
  • Aparecen conductas disruptivas y, en algunos casos, denuncias falsas contra la madre.
  • El padre incumple sentencias de custodia sin repercusiones.
  • Adolescentes dejan de regresar a la casa materna y las instituciones no actúan.

A estas alturas, la madre ya ha sido completamente desacreditada y aislada. Su relación con las criaturas está rota y no encuentra apoyo en las instituciones, que generan una situación total de indefensión.

5. La fase final: Eliminación total de la figura materna

Cuando se ha permitido la progresión de la violencia vicaria sin intervención efectiva, se llega a la fase más devastadora: la eliminación total de la figura materna en la vida de hijas, hijos y adolescentes.

Esto se traduce en:

  • Violencia institucional que avala al agresor.
  • Madres cuestionadas y desoladas que presencian diariamente cómo y se rompen las infancias.

A partir de aquí se abren dos posibles escenarios:

  • Eliminación de la figura materna en la vida de hijas e hijos, dejándolos huérfanos de madre. Una situación emocional que tiene consecuencias muy graves en el futuro de sus vidas.
  • Ruptura total de la relación materno-filial con la permisibilidad de una justicia  que tiene una doble vara de medir y se queda de brazos cruzados ante hechos y pruebas contundentes. La falta de relación cotidiana con la madre ampliará la distancia física y emocional hasta un futuro sin fecha de retorno.
  • La ruptura se extiende a la familia materna, abuelas, abuelos, tías, tíos, primas y primos también son apartados de la vida de las criaturas. Y se da la paradoja de que son las propias niñas y niños los que verbalizan que no quieren verlos ni relacionarse con ellos. 

Y aquí es donde debemos preguntarnos: ¿qué ha fallado?, ¿qué podemos hacer?

Conclusión y llamada a la acción

Este análisis nos muestra que la violencia vicaria no es un fenómeno aislado, sino un proceso con diferentes etapas y consecuencias devastadoras. No es solo un problema familiar, sino una cuestión estructural que involucra la responsabilidad del Estado y la sociedad.

Es fundamental visibilizar estos mecanismos, generar conciencia y exigir cambios en el sistema para proteger a las madres y a las criaturas de este tipo de violencia. La sensibilización y la formación en perspectiva de género son claves para erradicar la violencia vicaria y garantizar una infancia libre de violencia.

Es urgente:

  • Reconocer la violencia vicaria como un problema real y estructural.
  • Exigir formación en perspectiva de género y vicaria en el sistema judicial.
  • Implementar medidas de protección para madres e hijos/as.
  • Denunciar las prácticas institucionales que perpetúan esta violencia.

Las madres no pueden seguir luchando solas. La violencia vicaria nos interpela a todas y todos. No es solo un problema de las víctimas, es un problema social que debemos erradicar.

Otros enlaces de interés:

Señales de manipulación - Pirámide de la Violencia Vicaria

Aquí puedes descargar este material en tamaño póster (50 x70 cm)

Descargar Pirámide-Desvinculación